EL GUANGUA POPULAR DOMINICANO

POR WILFRE SIERRA FELIZ 
El guanguĆ” se tiene como un maleficio echado a una persona por quien tiene el don de administrar las energĆ­as positivas y negativas y forma parte de la tradiciĆ³n del imaginario popular.
AsĆ­ lo expliquĆ© recientemente en un programa de radio donde se me invitĆ³ a participar vĆ­a telefĆ³nica, El Sol de la maƱana. Este enfoque no fue del agrado de algunos de los presentes y hube de aclarar que las energĆ­as existen en el mundo circundante, que la fĆ­sica las asume como energĆ­as positivas y negativas y que la propia religiĆ³n incluso, la tiene representada en lo que llama el bien y el mal. Por tanto, el tema, si bien no es objetivamente de la ciencia por pertenecer a una esfera extrasensorial, hoy la nueva manera de enfocarlo desde la llamada ciencia pura, deja abierta la posibilidad de su existencia, aunque no le encuentre explicaciĆ³n.
La modernidad que fue la utopĆ­a que enarbolĆ³ a la burguesĆ­a y su proyecto de sociedad, se hizo acompaƱar de ideas y pensadores que en todo momento se preocuparon por definir ese nuevo experimento social, sus alcances y resultados posibles: el enciclopedismo, el racionalismo, el liberalismo y el humanismo, fueron el marco de la IlustraciĆ³n sobre el cual se fundamentĆ³ el desarrollo y el progreso que diferenciarĆ­a al capitalismo del atraso feudal.
Este proyecto modernista fue finalmente dominado por el racionalismo, escuela que privilegiaba el uso de la razĆ³n pura como le llamĆ³ en su momento el filĆ³sofo alemĆ”n Enmanuel Kant, y muchas otras derivaciones filosĆ³ficas se abrazaron a su perfecta y frĆ­a nociĆ³n del progreso y el avance, como el positivismo y el marxismo de finales del silgo XIX.
El ego se alimenta del verbo, de la ficciĆ³n, de la imaginaciĆ³n y de la experiencia humana
El humanismo de Jean Jacques Rousseau, vino como tabla salvadora en defensa de la sensibilidad de la razĆ³n, de la humanizaciĆ³n de la ciencia y del necesario contrapeso entre progreso y condiciĆ³n humana. Bien entrado el siglo XX surgieron crĆ­ticas al exceso racionalista de las polĆ­ticas de desarrollo, a la frialdad de sus nĆŗmeros y a la deshumanizaciĆ³n de muchos de sus resultados, y quienes osaron cuestionar su validaciĆ³n con sentido crĆ­tico le llamaron posmodernos.
El argumento decimonĆ³nico, de que la ciencia y la tecnologĆ­a vendrĆ­an a sustituir absolutamente el pensamiento mĆ”gico, las creencias y los imaginarios de los pueblos, ha encontrado opositores incluso dentro de la misma ciencia. El mundo es mĆ”s complejo de cĆ³mo lo pensamos, abrir el espacio a lo desconocido, lo inexplicable y lo posible, se convirtiĆ³ en un reto de la nueva ciencia.
Entender que el ser humano no existe solo para la racionalidad de sus  experiencias, sino tambiĆ©n para su inmaterialidad, sea espiritual o intelectual, viene de la mano con el hecho de que el imaginario, la ficciĆ³n, el miedo y la espiritualidad, son tambiĆ©n parte de su existencia del ser humano, es mĆ”s que material y tecnolĆ³gica. Por eso el guanguĆ” es una creencia que abre la puerta a temas complejos de la experiencia humana. Descartarlo como muestra de atraso y salvajismo se parece mucho a las viejas discusiones etnocĆ©ntricas, de quiĆ©n es civilizado y por quĆ©.
Las experiencias extrasensoriales, un tiempo llamadas ciencias ocultas, parasicologĆ­a y fenĆ³menos sobrenaturales, son hoy vistas como parte de una vivencia humana posible, y reconocidas como extrasensorial, por ello su exclusiĆ³n no implicarĆ” su ausencia en la experiencia humana.
No se trata tampoco de si crees o no crees, de lo que se trata es de explicar la misma como parte de una necesidad humana que permite el contrapeso entre la ciencia, la razĆ³n y el imaginario de los pueblos. El ego se alimenta del verbo, de la ficciĆ³n, de la imaginaciĆ³n y de la experiencia humana.
Por tanto, al comentar estas manifestaciones culturales humanas, que existen hasta en las sociedades mƔs desarrolladas del mundo, no hablo, ni comento mi creencia, sino la de los pueblos que es donde el anƔlisis alcanza un marco distante respecto al investigador.
Estas formas y creencias que alimentan la inmaterialidad del ser, cumplen una funciĆ³n social que es donde radica su importancia como tema de estudio y bĆŗsqueda de una explicaciĆ³n lĆ³gica o no, de sus prĆ”cticas. Por ello opinamos y nos interesa el tema, ademĆ”s de que tiene que ver con las mentalidades que reflejan el compartimiento de los pueblos, por eso su importancia, y por eso los estudiamos.

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