Violencia Intrafamiliar, un problema sociocultural


Por: Awilda InƩs Reyes Beltre
La RepĆŗblica Dominicana es signataria de la “Convenci6n para la Elirninaci6n de todas las Formas de DiscriminaciĆ³n contra la Mujer”, ademĆ”s de la “Convenci6n Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer” o “ConvenciĆ³n de Belem Do Para”, ambas debidamente ratificadas por el Congreso Nacional.

Ya en el derecho interno la Ley 24-97 sobre violencia intrafamiliar, introduce modificaciones al CĆ³digo Penal y al CĆ³digo para la ProtecciĆ³n de NiƱos, NiƱas y Adolescentes, reconoce y es parte de su fundamento el hecho de que la mujer dominicana es objeto de violencia y que corresponde a los poderes pĆŗblicos sancionar, estableciendo que tanto la violencia contra la mujer como la violencia intrafamiliar son problemas socioculturales que atentan contra los derechos humanos y ponen en peligro el desarrollo de la sociedad.
De ahĆ­ que la necesidad de preservar y proteger la dignidad de la mujer dominicana y para esto se entendiĆ³ como perentoria, la existencia de disposiciones legales que definan, tipifiquen y sancionen adecuadamente infracciones que la afectan directamente, con la finalidad de resguardarla y proteger su persona y sus bienes, y todo esto serĆ­a posible con una legislaciĆ³n adecuada y eficaz.
Sin embargo, la legislaciĆ³n tener unos doce aƱos de vigencia, la violencia intrafamiliar hoy por hoy es un flagelo que golpea fuerte a nuestra sociedad y como cualquier cĆ”ncer, estĆ” paulatinamente carcomiendo y cobrando, ante la mirada de todos, la vida de muchas de nuestras mujeres.
Y es que tenemos un sistema de justicia penal y una sociedad convencida de que las leyes, por sƭ solas erradican la criminalidad y que mientras mƔs duras sean las penas, menor serƔ la criminalidad, y la realidad se ha encargado de mostrarnos dƭa a dƭa, que Ʃste no es el remedio adecuado y cada dƭa se suman feminicidios a las estadƭsticas.
Es por esto que se hace necesario abordar el tema de la violencia intrafamiliar, de gĆ©nero o domĆ©stica, como lo que es, un hecho complejo, en el cual convergen mĆŗltiples causas, pero que se pretende enfrentar con la misma soluciĆ³n, sin analizar, sin estudiar, sin conocer las causas, se espera que el endurecimiento de las penas, la aplicaciĆ³n de medios legales alternos, y cualquier salida alternativa, sea prohibida en estos casos.
Es incuestionable e innegable, que estos hechos son tipos penales que conllevan y ameritan sanciĆ³n penal y sobre todo la privaciĆ³n de libertad, pero no se puede dejar de negar tampoco que es la mayor violencia del Estado que pretende detener la violencia, a lo que yo he llamado, violencia enfrentada con violencia.
Los casos de agresores que han sido apresados, juzgados y condenados por este tipo de hecho, ha demostrado que una vez Ć©stos obtienen la libertad, son excarcelados, tanto o mĆ”s violentos que como ingresaron en prisiĆ³n. Regresan a la sociedad llenos de ira y rebelados contra el sistema y con la propia vĆ­ctima a la cual responsabilizan del encierro.
Resulta cuesta arriba y hasta un poco ilĆ³gico que la violencia pueda erradicarse con violencia. La violencia en contra de las mujeres se ha convertido en un pulso de los hombres con el Estado, en el cual, el Estado despliega todo su poder punitivo para castigar y encerrar a todos los hombres agresores, sin detenerse a trabajar las causas que generan esta conducta. Es asĆ­, que agresores han perdido el miedo al encierro y otros, pierden el miedo a la muerte y recurren al suicidio.
Esto es sin duda alguna, la manifestaciĆ³n mĆ”s brutal de la violencia estatal. Y es que la violencia del Estado histĆ³ricamente surgiĆ³ para perseguir y castigar a los individuos que alteren las normas de convivencia social y que han sido descritas y penadas en las leyes. Esta violencia estatal tambiĆ©n tiene la funciĆ³n de disuadir a los futuros agresores, algo que parece no estar funcionando debido a que la violencia tristemente continĆŗa en aumento y cobrado mĆ”s vidas.
Y es que, ademĆ”s de privar de libertad a estos agresores, es necesario e imperativo trabajar seria y profesionalmente con esa conducta desviada, con especialistas del Ć”rea de la conducta humana y con experiencia en esta materia. De modo que, junto con el castigo al agresor, Ć©ste pueda verdaderamente regenerarse y modificar su conducta violenta. Esto permite que una vez insertado en la sociedad por los mecanismos legales que dispone la ley o sea porque cumpliĆ³ con la pena impuesta, exista garantĆ­a mĆ­nima para la sociedad y la vĆ­ctima de que su vida e integridad fĆ­sica no corren peligro.
AdemĆ”s del tratamiento al agresor, ex post, esto es despuĆ©s de cometido el hecho, es necesario tratar de manera preventiva a travĆ©s de polĆ­ticas pĆŗblicas que tengan como finalidad detectar, tratar y concientizar a la sociedad de cĆ³mo enfrentar este mal que a todos nos agobia.
Tal como tratamos cualquier cƔncer, atacando directamente las causas del cƔncer y no solo sus efectos, debemos trabajar directamente con el cƔncer que es en estos casos los perfiles de los agresores, identificarlos y tratarlos para trabajar directamente sobre el mal.
Es de este modo de que somos de opiniĆ³n, que se ademĆ”s de la existencia del Plan Nacional contra la violencia de gĆ©nero implementado por la ProcuradurĆ­a General de la RepĆŗblica en el aƱo 2017, se hace necesaria la ejecutoria de un modelo de creaciĆ³n de polĆ­ticas preventivas de la violencia en todas sus manifestaciones.
Es de este modo que al tiempo que son tratados los agresores consumados, debe llevarse una campaƱa agresiva, progresiva, inclusiva y permanente que abarque todos los grupos, edades, y estratos de la sociedad, desde las comunidades mĆ”s recĆ³nditas hasta el lugar mĆ”s encumbrado del paĆ­s, pues este es un mal que no distingue ni discrimina por clase social, nivel de educaciĆ³n, edad, sexo, etc.
Se trata de abarcar el problema de adentro hacia afuera, con acciones que conlleven polƭticas regionales, de modo que el programa lleve un ritmo progresivo hasta que de lo regional se expanda hacia lo general. Este modelo debe ser llevado a cabo por un equipo multidisciplinario que deberƔ estar preparado para identificar y tratar los rasgos de los perfiles de agresores y posibles agresores, aplicando a cada uno de un tratamiento y acompaƱamiento hasta lograr eliminar las causas que provocan la conducta agresiva.
Pero no se puede dejar de mencionar que las polĆ­ticas e iniciativas por parte de la ProcuradurĆ­a General de la RepĆŗblica como el brazo ejecutor del gobierno de las polĆ­ticas de persecuciĆ³n penal, sino estĆ”n respaldadas por el control y coordinaciĆ³n de esas polĆ­ticas pĆŗblicas, y que estas sean promovidas y ejecutadas desde el gobierno central.
EstaspolĆ­ticasconjuntadebenestardirigidasyelaboradasconpropĆ³sitosespecĆ­ficosy dirigidos a las comunidades mĆ”s vulnerables con el objetivo de que paulatinamente se logre la disminuciĆ³n de la violencia en los barrios marginados, en las comunidades pequeƱas y remotas y en aquellas comunidades de las zonas fronterizas.
Castigar a los agresores es de derecho y procede imponer una sanciĆ³n, sin embargo, la realidad estĆ” mostrando que esto por sĆ­ solo no erradica ni disminuye la violencia, mĆ”xime, en un sistema carcelario que aĆŗn enfrenta muchos desafĆ­os en cuanto al cumplimiento de las reglas bĆ”sicas para el tratamiento de los reclusos, estando estos muy lejos de ser verdaderos centros de rehabilitaciĆ³n. Es por esto que, no es de extraƱar que muchos agresores, una vez consiguen su libertad, ya sea porque hayan cumplido su pena o sea por la aplicaciĆ³n de algunas de las instituciones jurĆ­dicas que dispone la ley, son seres que son excarcelados con resentimiento y rabia acumulada, no tan sĆ³lo en contra de la vĆ­ctima que lo encausĆ³, sino, ademĆ”s, con el mismo sistema.
En fin, la realidad exige del sistema y de la sociedad en general, de un trabajo en equipo, de todos los ciudadanos y de todas las estructuras sociales comenzando por la familia. Se requiere de un esfuerzo mancomunado de todos, con polĆ­ticas inclusivas de todos los sectores de la sociedad, ya que, los agresores necesitan ser tratados, la comunidad masculina necesita desarraigar esos paradigmas machistas que han dominado nuestra cultura como parte de un sistema patriarcal.
El problema de los feminicidios es de todos y es responsabilidad de cada uno de nosotros, las cĆ”rceles no son la soluciĆ³n y las casas de acogida o las Ć³rdenes de protecciĆ³n no son suficientes para proteger las vĆ­ctimas. Necesitamos todos, aportar nuestro granito de arena para erradicar este mal.

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